El abrupto cambio del primer ministro, que se anunció como una renovación del gabinete ministerial sobre la cual varios se relamieran pensando en que agarraban alguna cartera, ha refrescado el oxígeno político del gobierno. Pero fiel a su estilo, el propio gobierno ha enrarecido ese mismo aire sembrando dudas innecesarias.

Salta a la vista, de partida, que se trata de un cambio de ministros, más no un cambio de gabinete. Y de solo dos ministros. Implica esto que la lectura del gobierno es que el equipo lo está haciendo bien, pero que era necesario cambiar al capitán. Y es una mala lectura. Hay varios sectores en los que el gobierno hace agua. De hecho, prácticamente solo en economía lo está haciendo aceptablemente bien, a regañadientes y con cada vez más evidente incomodidad de Castilla. Pero en seguridad interna, producción, relaciones exteriores, programas sociales y desarrollo social está haciendo agua y solo este hecho hubiera merituado el cambio de por lo menos cinco o seis ministros más, adicionales al de Educación.

Claro que el expremier Jiménez era insostenible. Pero como la ciudadanía ya se había acostumbrado a su incompetencia, a su nulo liderazgo y a su debilidad personal y política, sus recientes desatinos como los de la compra de un nuevo avión presidencial y su alucinante diagnóstico de que la inseguridad ciudadana era solo un estado mental de histeria colectiva, pudieron pasarse por agua tibia. Y así esperar a diciembre. Por tanto, sería torpe que Humala tenga en mente otro relevo ministerial de proporciones a fin de año, ya que lo lógico en ese caso habría sido aguantar a Jiménez un mes y medio más. Y peor si ese relevo fuera el del ministro de Economía actual.

Sin embargo, llamar a Villanueva para que pilotee un equipo ya armado, no solo le resta poder “desde el saque”, sino que da la impresión de una soledad del Premier y de una débil capacidad de convocatoria de nuevos rostros y destrezas que pudieran renovar una nave ministerial ya muy desgastada, que ha de seguir navegando sobre aguas turbulentas tanto en el frente interno como externo.

Más allá de estos hechos, veo al nuevo Premier como un hombre de raigambre izquierdista que ha sabido, con la experiencia, rediseñar sus circuitos mentales y entender que sin las fuerzas de los émbolos privados no es posible “irrigar” el desarrollo sobre ningún territorio. Suficiente para lo que hay. Posee la personalidad y la serenidad del hombre maduro capaz de asumir la presión y el liderazgo que nadie más puede en el gobierno, cubriendo los vacíos que suele dejar Humala. Si lo logra, si se convierte en una especie de Carlos Ferrero en el gobierno de Toledo, tendremos un premierato que nos puede dar más estabilidad, aunque no sé si grandes cambios.

Lo que sí tiene que evitar es el “síndrome Yehude”, es decir, cuidarse de no dar la impresión de que las autoridades regionales solo sirven para las ligas menores y que la tarea de Lima, desde donde guste o no, se gobierna el país, les queda grande. Villanueva, como hijo de la descentralización, tiene esa adicional y delicada responsabilidad, por el bien de ese proceso. Proceso que muchos, ahora amparándose en el mal ejemplo de su excolega de Cajamarca, quieren detener o cuando menos, atenuar. ¡Suerte, Premier!

Fuente: Diario Correo (Perú)