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Latin America

Opinión: Habana Hilton – por Eugenio D’Medina Lora

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Hoy se llama Tryp Habana Libre, pero cuando fue inaugurado, el 19 de marzo de 1958, era el más importante hotel de la cadena Hilton. Su construcción duró tres años a un costo descomunal de 21 millones de dólares de fines de los cincuenta. En ese momento, era el edificio más alto de toda América Latina. Está en la céntrica zona de El Vedado, que antes era un territorio de bosques y que recibe su nombre de la prohibición existente para talarlos. Y apareció en La Habana, cuando esa ciudad era apoteósica en inversión extranjera y nuevas construcciones.

Tuvo corta vida como Habana Hilton. El 8 de enero de 1959, Fidel Castro y sus revolucionarios tomaron el hotel como centro de operaciones. Durante el primer trimestre de 1959, la suite “La Continental” (2324) se convirtió en el puesto de mando de los revolucionarios. El propio Fidel se instaló en la suite “La Castellana” (2224) y el amplio lobby del hotel guareció a sus cansados seguidores. Hasta ahora están las fotos de ese momento en ese mismo lobby. Incluso la embajada soviética tuvo en dos de sus pisos su primera sede en Cuba.

Si en Lima, el Crillón era el epítome de la modernidad y de la inserción en el mundo, por los espectáculos y las convenciones internacionales que ahí tenían lugar, su contemporáneo Habana Hilton no tenía comparación. El despliegue de suntuosidad y majestuosidad de esos hoteles habaneros eran ya en los cincuenta la expresión palpable de una modernidad que situaba a La Habana muy lejos de ser imitada por otras capitales latinoamericanas, incluso hoy. Imposible no preguntarse qué hubiera sido de este país si el régimen comunista no interrumpía ese ímpetu empresarial, si tan solo la revolución hubiera despachado al dictador y sus secuaces y ahí mismo hubiese instaurado un régimen de libertades económicas y políticas.

Caminar por las instalaciones de este casi sexagenario hotel lo coloca a uno en una sensación como si recorriera el Titanic, llevando a imaginar cómo habría sido el despliegue de lujo de los visitantes. Hoy es una empresa estatal más con los problemas de servicio propios de toda burocracia pública. Pero hasta ahora lo principal del decorado se mantiene, con las huellas del tiempo encima, pero también con el señorío y los patrones estéticos cincuenteros. El hotel sigue albergando a millones de visitantes, así como eventos internacionales y espectáculos de primera en sus lujosos salones.

Uno divisa La Habana desde las alturas del Hilton -permítaseme llamarles así por un arranque de nostalgia- y el atardecer habanero que poco a poco va descubriendo la noche de una ciudad de gran historia, con construcciones que en su inmensa mayoría fueron hechas en tiempos previos a la revolución. ¡Ni la misma Plaza de la Revolución fue hecha por la revolución! Porque La Habana es una ciudad que se quedó casi “congelada” en el día en que Castro la tomó.  Y al mirar a la ciudad teniendo como marco al mar Caribe, uno siente la imponencia del gigante y la magnificencia de la ciudad sobre la que emerge, aunque no alcance a escudriñar desde tan alto la complejidad del cubano de a pie que convive con el régimen comunista más “en estado puro” del mundo. Pero esa es otra historia.

Fuente: Diario Correo (Perú)

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