Hace años que no dirijo un texto al presidente de mi país. La última vez fue a un atolondrado Oscar Berger. De nada sirve dicen. Es verdad. Pero quizá corra yo con suerte y un exhausto Otto Pérez se entere de estas líneas en los extractos informativos que le presentan, supongo, cada mañana.
Y es que el Presidente parece abrumado, con poca energía para liderar el mandato constitucional de su gobierno de proteger la vida y la integridad de todos los guatemaltecos. Entre las ordinarieces de su Vice –afanada en repartir juguetes con su nombre, cargo y foto, qué vulgaridad–, y de su hijo alcalde de Mixco –ocupado en colorear de naranja cualquier cosa de la que pueda echar mano–, Otto Pérez ha acumulado un fardo tan pesado que ya empieza a notársele en la expresión y el porte. Por eso lo de exhausto.
Pero no fuimos nosotros quienes le impusimos la presidencia, señor Pérez. Usted la pidió durante años y ahora debe acometer su deber. ¿Unos cuantos, o muchos, en Barillas o en cualquier parte de Guatemala, no quieren hidroeléctricas, Presidente? Está bien, que sigan talando bosques para leña y regodeándose en su pobreza, al margen del progreso material que requiere fuentes de energía y mejor si limpia y más barata que el petróleo. Pero que se abstengan de intimidar y coaccionar a quienes no desean elegir lo mismo para sus vidas. ¿Unos cuantos, o muchos, no quieren institucionalidad estatal, pero sí colectivismo tribal, con todo su atraso y verticalismo? Está bien, pero entonces que se agrupen y que vivan como en la era precolombina, con jefes indiscutidos en lugar de representantes temporales a quienes se les puede exigir cuentas. Que se refundan en la selva a vivir con ellos y con los saraguates, pero que no se llenen la boca hablando de democracia, de propiedad, pidiendo servicios públicos y demandando respeto a sus derechos, pues esos no son usos e instituciones de tribus, sino de repúblicas.
Su gobierno, señor Pérez, debe asegurarse –esa es su función– de que quienes quieran vivir como hordas salvajes dejen en paz a quienes deseamos desenvolvernos como personas en una sociedad aceptablemente funcional y que somos la mayoría. Debe tener claro que mayoría es a turba lo que juventud es a clica. Si el que mató en Barillas a un soldado (haciendo viuda a una joven y huérfanos a varios niños) fuese representante de la mayoría, no tendría necesidad de asesinar, pues estaría haciendo los cambios que considera pertinentes, respaldado por sus conciudadanos: tendría el gobierno en sus manos pues hubiésemos votado por él.
Su gobierno ha capitulado ante agitadores profesionales, locales y foráneos. Ya le tomaron la medida. Y cómo no, si a vándalos y matones les ofrece “diálogo”. ¿Por qué no también los invita a café y pastel? Qué pena y qué vergüenza.
Si la turba toma el lugar de la mayoría ante la acción gubernamental, la injusticia acabará por entronizarse. Usted, que tanto esgrimió el eslogan de “carácter y decisión”, no se vuelva ahora una gelatina ante quienes le criticarán por cumplir con su obligación de hacer valer la Ley, que pasa por expulsar extranjeros vándalos y encausar matones. Asuma sin complejos que usted no se debe a cualquier turba, sino a la mayoría.
Fuente: Centro de Estudios Económico – Sociales (Guatemala)
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