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Latin America

Opinión: Los nuevos siervos de la gleba – por Cecilia Fernández Taladriz

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siervosglebaDurante el Medioevo, por alrededor de siete siglos los siervos de la gleba se vieron sometidos a una economía de subsistencia, donde el excedente debía ser entregado al señor feudal. Cuando el señor vendía la tierra, lo hacía junto al servidor, ya que éste no podía ser echado porque allí tenía su vivienda que habitaba con su familia. Se entregó protección y derechos mínimos a cambio de quedar atado a la tierra. Este sistema no permitió la acumulación de capital en forma de tecnología y sistemas de producción. Si a ello sumamos la aceptación de una estructura social estamentaria con el poder radicado en la nobleza, estamos en presencia de un equilibrio estable. Éste se rompió con el surgimiento de las ciudades, del comercio y de una nueva clase burguesa. Es decir, terminó con la irrupción de un elemento externo al sistema feudal, que contiene una propuesta de vida mejor.

En nuestros días, algunos temores comunes de las personas asalariadas son la pérdida del trabajo, una enfermedad catastrófica, una vejez desprotegida, la falta de medios para educar a los hijos y para acceder a una vivienda. El estado benefactor promete amortiguar estos temores por medio de un conjunto de “derechos”. A los nuevos siervos de la gleba se les garantizan “seguridades” a cambio de votar por su nuevo señor. Un reestreno de La Rebelión en la Granja en versión “light”.

El sustento ideológico del modelo supone la continua creación de “derechos” denominados “sociales”. De ahí que se autodenominen “fuerzas progresistas”.  El sistema requiere de una base previa de desarrollo económico y social, ya que no se puede repartir pobreza. Debe ser, además, financiable a través de impuestos o de empresas estatales rentables.

Los progresistas “serios” hacen gran hincapié en la responsabilidad fiscal. En teoría, de acuerdo a su manual, mientras se mantenga un presupuesto fiscal equilibrado el estado benefactor será un sistema estable. De ahí que en sus campañas políticas siempre propongan, unido a nuevas “conquistas sociales”, un incremento de los impuestos que no afecten a su propia base electoral. “A government with the policy to rob Peter to pay Paul can be assured of the support of Paul” (George Bernard Shaw).

Pero en democracia, los o las candidatas progresistas compiten para ser mayoría subiendo gradualmente la apuesta. El duque de Norfolk responde a Enrique VIII: “Desde esas tasas, los pañeros, no pudiendo ocupar a muchos de sus obreros, han despedido a los hiladores, cardadores, bataneros y tejedores, quienes, incapaces de otro oficio, empujados por el hambre y faltos de otros medios, haciendo frente a su situación en formas desesperadas, están todos en tumulto, y el peligro se ha infiltrado entre ellos.”[1] La tasa que amenazaba con matar la gallina de los huevos de oro era un magro sexto de su renta.

Si bien el estado benefactor no siempre mata a la gallina, al menos la dejaría anémicaEn España, después de 2007, el déficit presupuestario se ha disparado en forma incontenible, amenazando la solvencia y unidad del Estado, ya que ha entrado en una espiral de recesión y recortes de gasto público. “Para ser exitosa, una política no solo tiene que estar (bien) diseñada, sino que debe tener apoyo político y social”, dijo Barroso, Presidente de la Comisión Europea, sugiriendo que ese apoyo se está perdiendo a marchas forzadas[2].

Los socialistas se autoproclaman paladines de la solidaridad y de una sociedad constituida por ciudadanos y no por meros consumidores. Paradójicamente, el estado de bienestar inocularía la desafección por la polis y un individualismo deshumanizante.  Para superar sus carencias, el hombre debe aportar sus talentos colaborando y trabajando con los demás. Así, saliendo de la “cárcel del yo”, puede dejar atrás los miedos, la soledad y la pobreza de cualquier tipo. No obstante, en un estado de bienestar lo único que éste requeriría es marcar la mejor oferta dentro de una papeleta de votación.

Corría el año 2003 cuando París conoció la mayor ola de calor que se recuerde. Numerosas personas mayores fallecieron mientras permanecían en sus departamentos, generando preocupaciones sobre la higiene y el olor de las ciudades. “Hay muchos ancianos solos en las grandes ciudades en Agosto”, sostuvo la portavoz del ministerio de salud, Laurence Danand[3]. El sistema de bienestar dotó a esta generación de casa, pensión digna y seguro de salud, pero a la vez los “condenó” a vivir y a morir en soledad, mientras sus hijos gozaban de “merecidas vacaciones”.

El estado benefactor pareciera erosionar la productividad de las personas, incrementando artificialmente el valor del ocio y del consumo presente. Reflejos de ello serían el alto endeudamiento de los jóvenes profesionales chilenos[4] y las altísimas tasas de deserción de los sistemas universitarios gratuitos, en Argentina y España. “Una generación de eternos estudiantes desempleados que ya no aprendió a trabajar”, sentenciaba un joven inmigrante español. A diferencia de sus antepasados, hoy relativamente pocos se estarían aventurando “a la conquista de América”.

Entre 1924 y 1939, precedido por una severa crisis financiera, los regímenes democráticos en Europa se redujeron de 24 a 11. El colapso de la democracia se insinúa con la fragmentación de partidos o de naciones, y con la aparición de grupos no-sistémicos, que hoy en día cuentan para coordinarse con las redes sociales. “The writing’s on the Wall” del Facebook del nuevo anárquico. Es urgente, en nuestras democracias, convencer a los ciudadanos haciendo buena política, es decir sumando a las mejores ideas un excelente discurso.

El Estado debe ayudar a las personas antes de que éstas no puedan ayudarse a sí mismas, incentivando la creación de miles de iniciativas de ayuda por medio de incentivos fiscales a las donaciones. El falso estado benefactor es una droga adictiva que desvirtúa la libertad, y que por ello degrada la productividad de las naciones.

Referencias:

[1] Shakespeare, William – Londres, 1623: “The Famous History of the Life of Henry the Eight”, Acto I, escena II. [Londres 1623]

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Discussion

One comment for “Opinión: Los nuevos siervos de la gleba – por Cecilia Fernández Taladriz”

  1. El sector de la escritura espera mas amantes escritores como usted que no
    tengan miedo de decir lo que piensan o creen, en todo momento escucha
    a tu corazon.

    Posted by Paulina | October 6, 2015, 9:14 pm

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