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Perú: Sobre dudas y certezas – por Eugenio D’Medina Lora

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Confieso que hasta el 2004 tenía simpatías por Alejandro Toledo. De hecho, voté por él en las dos vueltas del 2000 –a pesar de que formalmente no presentó candidatura en la segunda ronda–, en las que enfrentó a Alberto Fujimori. También lo hice en las dos vueltas del 2001, cuando confrontó a Alan García. Durante su gobierno, apoyé el proyecto de descentralización que impulsó, aun con imperfecciones, que esperé que se corrigieran en el tiempo. Ahí tuve la oportunidad de conocer a extraordinarias personas ligadas a su gobierno y que hasta ahora estimo.

Por desgracia, nos fue separando con el correr de los años la infiltración caviar de su gobierno, que entre otras cosas culminó en la cacería de brujas que emprendió el Estado peruano bajo su control contra el fujimorismo y todo lo hecho en la década anterior. Esos años en el gobierno sirvieron para consolidar la infiltración caviar en el aparato público, disfrazada de “tecnocracia especializada” (?), la misma que ya en el fujimorato había empezado a tomar el control del aparato estatal, directamente como funcionarios e indirectamente como consultores recurrentes de suma influencia. En particular, Toledo entreteje una red compleja de favores y reciprocidades con los jueces y diplomáticos defenestrados por el fujimorismo en los noventa, facilitando el copamiento de la judicatura y de la Cancillería por personajes cercanos a la izquierda caviar. Toledo termina siendo el causante de que esa izquierda haya tenido, desde entonces a la fecha, un enorme poder efectivo en el gobierno.

No es casual entonces que al aparecer cada vez más pruebas contundentes del enriquecimiento ilícito de Toledo, las acusaciones le resbalen como en el teflón. Una costra grasienta lo permea, lo inmuniza. La última prueba en este sentido es que el fiscal de la Nación ha confesado que desde hace tres meses tenía en su poder el Informe de la Unidad de Inteligencia Financiera donde se consignaban los 17 millones ocultos del expresidente. Y ahora que la prensa destapa el hecho, se ha visto obligado a pedir el levantamiento del secreto bancario de Toledo. ¿Y si no lo descubría la prensa? ¿Qué más se sabrá?

La gente de Perú Posible que estimo y aprecio, debe sentirse muy mal. Porque la verdad bíblica se volvió contra ellos: con la misma vara que mides serás medido, no hay que ver la paja en el ojo ajeno cuando se tiene una viga en el propio, ni hay que tirar la primera piedra sin ser santo. Y aunque sean ellos personalmente gente proba, es inocultable que la magnitud del escándalo de su líder máximo por los dineros no explicados, tiñe de corrupto a todo su régimen. Porque tamañas magnitudes de dinero no las mueve una sola persona sin contar con todo un sistema de soporte altamente sofisticado. La madeja recién empieza a desenredarse.

En estos momentos me viene a la mente la famosa frase de Steven Levitsky en la campaña del 2011, cuando aseveró que sobre Humala había dudas, pero sobre el fujimorismo había certezas. ¿En serio? A pesar de más de una década de investigaciones, nadie ha encontrado el dinero que supuestamente se llevó Fujimori ni jamás se estableció una sola orden suya para asesinar a alguien. Pero ahora vale la pena refrasear a Levitsky para expresar que con Fujimori puede haber dudas sobre si se enriqueció ilícitamente, pero que con Toledo ya existen certezas y pruebas.

Fuente: Diario Correo (Perú)

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