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Peru

Perú: La democracia en su día de miércoles – por Eugenio D’Medina Lora

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La democracia peruana, qué duda cabe, no tuvo el miércoles pasado precisamente su mejor día.

Ha sido tan brutal, por lo avezado, así como por lo carente de la mínima inteligencia política, este despropósito de sacar adelante una elección de miembros de la Defensoría del Pueblo, del Tribunal Constitucional y del Banco Central -la mitad de los cuales, por lo menos, tienen severos cuestionamientos, que van desde la participación en actos de corrupción hasta incapacidad profesional-, que todo intento por justificar la premura para elegirlos resulta extremadamente débil. Empezando por el hecho de que ya se habían demorado bastante como para postergar las nuevas designaciones.

Los congresistas perdieron de vista que, para cargos como los señalados, lo principal es una sola condición: que sean personas generadoras de confianza social. Es decir, más allá de merecimientos profesionales y de una intachable situación jurídica, que deben tenerlos como condición mínima y necesaria, es preciso que acrediten condiciones que merezcan la confianza ciudadana.

Una cosa es la búsqueda del consenso para alinear apoyo a determinadas políticas públicas en un contexto de diversidad ideológica, y otra muy distinta es la componenda para repartirse cuotas de poder a través de la asignación de puestos de personas afines a cada tienda política. Al confundir una cosa con otra, convirtieron a la democracia en un instrumento utilitario de blindaje de intereses de unos pocos oligarcas de la política nacional.

Y la cereza del pastel la pusieron los que ahora se indignan por el resultado obtenido. Empezando por congresistas que quisieron cambiar su voto o que ahora se quieren desmarcar del atentado contra la democracia y siguiendo con los izquierdistas afines a la señora Villarán, que se hicieron los indignados cuando la propia alcaldesa había dado su respaldo a la señora Freitas para la Defensoría del Pueblo. Hasta el propio Humala, quien empujó a su bancada a sacar el acuerdo porque la Defensoría del Pueblo y el Tribunal Constitucional actual ya le resultaban una piedra muy grande en el zapato, se hizo el indignado al día siguiente cuando vio la reacción masiva de la gente. Pero ya era tarde, y ya ni la extemporánea renuncia de Freitas disimula la pestilencia que ha brotado de las entrañas más hediondas de la “clase” política nacional.

He reflexionado profundamente sobre lo que ha pasado con las escandalosas elecciones de esta semana. Lo que ha ocurrido con el Congreso Nacional obliga a que no nos pongamos de costado. ¿Por qué hay votantes que apañan, indirectamente con su voto, estos despropósitos? Porque sencillamente los hemos dejado que lleguen ahí, a esas posiciones de poder. Somos culpables también de eso los que no estuvimos hoy en ese hemiciclo, dejando que los que estuvieron ahí, en el Parlamento, hagan de la democracia un festín para blindar su impunidad y sus privilegios.

Son culpables los que votaron por ellos y son culpables los que dejaron que ganen porque no ofrecieron opciones alternativas a los electores, pudiendo hacerlo. Hay que fomentar que los mejores se metan a la política activa. Aunque solo sea para que los peores no se sienten en una curul o en un despacho ministerial y no cometan barbaridades como las del penoso “miércoles negro” de la democracia peruana.

Fuente: Diario Correo (Perú)

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