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Colombia: Alias “Simón Trinidad”: La derrota de un tirano-saurio – por Álvaro Jiménez Guzmán

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No obstante su arrogancia, la nación entera lo vio, pálido y convulso, marchar hacia la prisión.

Una demanda permanente de los narcoterroristas de las FARC es la liberación de Ricardo Palmera para que haga parte de la comisión negociadora del “proceso de paz” que se realiza en Cuba. Este grupo terrorista ha pedido su indulto a Estados Unidos como señal de apoyo-del “imperialismo”- a los “diálogos”, con los que Santos reivindica a esta banda de matones. El Gobierno mamerto ha dicho, tras su extradición a Estados Unidos por el Presidente Uribe, que la situación legal no depende de ellos porque la justicia del país norteamericano lo condenó a sesenta años de prisión por el secuestro de tres ciudadanos estadounidenses.

Cuando alias Simón Trinidad era Juvenal Ovidio Ricardo Palmera Pineda, se comportaba con la apariencia civilizada de un mentor ejecutivo. Había estudiado economía en una universidad colombiana y especializado en finanzas en un centro de estudios de Estados Unidos. El “buen salvaje”, apenas la caricatura de un futuro tirano, proyectaba la imagen de un burgués dinámico, capacitado en “las entrañas del monstruo” para aupar su acervo técnico y colocarlo-su suponía-al servicio del país.

Pero las intenciones iban soterradas por el túnel oscuro de un exacerbado odio de clases que le distorsionaba la mirada. Como asesor de la Caja Agraria y gerente del Banco de Crédito del Cesar, tomó la fotografía exacta de los agentes del crecimiento y de los líderes cívicos y políticos de su región caribeña, y con esta fotografía de su gente-ficha clave para su papel de “estratega financiero” de las FARC-se rasgó las vestiduras de compatriota civilizado para internarse con su nuevo nombre en la selva tenebrosa, con el vozarrón antiguo de los “bisnietos decaídos de Lenin”.

Entonces cundió el pánico en la región de sus ancestros, haciéndose patético hasta el sollozo de los árboles por la desolación que dejaban los pasos de una fiera antediluviana: el tiranosaurio-farc. La sangre que manchaba su tierra de jilgueros-cantores de la “tórrida canícula”-alimentó su ambición. Ya miembro del estado mayor de las FARC, Simón Trinidad lideró, de acuerdo con las autoridades judiciales, la toma de Becerril, Cesar, el 6 de diciembre de 1998, con dos muertos; la toma de Puerto Rico, Caquetá, el 17 de marzo del 2002, con dos muertos; el secuestro del ex-Gobernador del Meta, Alan Jara, que se transportaba en un vehículo de la ONU; el secuestro y asesinato de la ex –Ministra de Cultura, Consuelo Araujo Noguera, el 30 de septiembre del 2001; el atentado con bicicleta bomba, en Bogotá, el 25 de enero del 2002, con un saldo de cinco muertos y trece heridos; el secuestro del senador Jorge Gechem Turbay, el 20 de febrero del 2002; el atentado con carro bomba, el de 7 abril del 2002, en Villavicencio, con doce muertos y setenta heridos; y el ataque a la iglesia de Bojayá, Chocó, el 1° de mayo del 2002, en medio de un enfrentamiento con las autodefensas, donde murieron 119 personas, entre ellos, 45 menores de edad.

Sobre personajes con semejante prontuario es que el sociólogo de cabecera, ideólogo del narcoterrorismo, Alfredo Molano, dice con cinismo, con su “pobreza de pensamiento traducida al discurso del romanticismo tardío”, que “Esa vaina que nos han vendido de que son los monstruos de las bombas, no es tan así; es gente que tiene una aspiración política y están en plan de sacar un proyecto político” (El Colombiano”, junio 23 de 2013).

Pero cuando el opulento militante se creía invulnerable cayó bajo la autoridad ecuatoriana de la época- no la del comunista y dictadorzuelo Rafael Correa-, el 2 de enero del 2004. Cuando lo capturaron en la Avenida Las Amazonas, en Quito, bajo el procedimiento de la orden de captura 656 de la Interpol de 1997, manoteó con prepotencia y lanzó improperios contra el país. En medio de amargos ayes y gestos iracundos dijo que “la lucha continúa”, y, manchando la memoria del Libertador, al estilo chavista, gritó: “Sigue la lucha Simón Bolívar”. No obstante su arrogancia, la nación entera lo vio, pálido y convulso, marchar hacia la prisión. Es el destino de esta antiquísima especie. Podríamos parafrasear la sentencia del Génesis, cuando Caín mató a Abel: “Por eso, quedarás maldito y expulsado de la tierra que se ha bebido la sangre de tu hermano, a quien tú mataste…”

Fuente: Debate (Colombia)

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