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Colombia

Colombia: Presidente Santos con el sol a sus espaldas – por Darío Acevedo Carmona

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No fue necesario esperar siquiera dos años de su mandato para constatar el fracaso de su gestión de gobierno en muchos aspectos medulares así como el de su estilo clubman, alejado de la gente y que reacciona ante la adversidad de las encuestas echándole la culpa a sus subalternos por fallas en la comunicación de los logros y a Uribe, su elector, contra quien dirigió toda su estrategia y línea de acción para distanciarse de él, lanzarlo al rincón de la historia  y alcanzar un pedestal superior.

El presidente Santos no contaba con que esa actitud, a todas luces inexplicable e innecesaria, le iba a granjear, pese a su invocado mantra NOPECU (no peleo con Uribe), la férrea crítica, primero, y, luego la más dura oposición, por parte del caudillo que pese a toda las campañas de desprestigio sufridas ha logrado consolidarse en adalid de una fuerza política con gran calado popular.

Pero, vayamos a algunas de las cifras de las recientes encuestas (tomamos como referencia las de Datexco e Ipsos), muy parecidas todas, y tratemos de entender qué es lo que está sucediendo con Santos y otras instituciones. En los asuntos de Estado más sensibles para la opinión el presidente Santos se raja, y su caída es constante y vertical en lo que va de este año. Un 50 a 54% desaprueba su gestión de gobierno contra un 44 a 47% que la aprueba. En imagen favorable y desfavorable se registra un empate que gira alrededor del 45 al 47%. La seguridad, de lejos lo más importante para los colombianos, hay un 59 a 70% de desaprobación y sólo un 28.5 a 36% de aprobación. En el manejo de la salud las cifras, dan un 67% negativo contra 30% positivo.  En educación le va un poco menos mal con un 45% negativo contra un 50% positivo, empate técnico. En el manejo del empleo también le va mal, 31% desaprueba y un 25% aprueba. Y en la política que adelanta contra las guerrillas un 76% desaprueba contra una aprobación de tan solo el 19%. Entre 53 y 68% considera que el país va por mal camino mientras un 32 a 38% piensa que va por el buen sendero. Cabe esperar que de estas cifras se han de desprender consecuencias negativas para Santos, para las instituciones y para el país. Lo primero se puede ver en el porcentaje de opinión que acompañaría a Santos en su aspiración a la reelección, sólo un 27% contra un 67.5% que lo rechazaría.

En la interpretación de las causas de semejante caída, algunos columnistas y la línea editorial de la gran prensa, favorables al gobierno, se señala como principal responsable a una campaña de la llamada “extrema derecha”, en particular al que consideran su eximio representante, el expresidente Uribe. Los más sensatos dicen que el gobierno ha fallado en comunicar sus resultados.

Sin embargo, creo que lo que ha producido la caída de Santos es un conjunto de políticas, estilos y actitudes que la opinión pública no perdona. En Santos no sólo ven al que tiró por el abismo a su principal elector, ven mucho del estilo apaciguador en materia de guerra y paz y mediático de Andrés Pastrana. Ven las actitudes calculadas y carentes de principios, el egoísmo y la irresponsabilidad de Ernesto Samper y el gusto por los viajes y por quedar bien con todo el mundo propio de una odiosa y pequeña facción que se ufana de su prosapia aristocrática. Santos se ha preocupado por llenar el ambiente y colmar expectativas con leyes que no pasan del papel, difíciles de ejecutar y populistas en materia fiscal. Por supuesto, hechos recientes como la humillación a las tropas por parte de un sector del movimiento indígena, el recrudecimiento de la acción ofensiva de las Farc en el Cauca y la lavada de manos en el hundimiento de la reforma judicial, deben haber influido en el parecer de los ciudadanos. Todo fue leído como expresión de ausencia de liderazgo presidencial.

Hay mucho más que simples errores, lo que se observa es la puesta en acción de políticas y programas que van en contravía de la senda que traía el país. Santos está empezando a recibir el sol a sus espaldas más rápido de lo que esperaba debido a que está gobernando con políticas ajenas a las que había derrotado en la campaña por la presidencia. Sufre las consecuencias por haber otorgado un mayor juego en el gobierno a los enemigos de Uribe, a liberales y vargaslleristas, está pagando por haber torcido el rumbo de la seguridad democrática. Su bajón en las encuestas no es asunto de percepción equivocada de las gentes sino sentimiento cotidiano y creciente de desesperanza y desconfianza ante el renacer descarado de guerrillas y delincuencia común. Muy errados están los asesores que le hacen creer que el asunto se resuelve con millonarias inversiones en publicidad para que las gentes vean en los medios los “buenos resultados” que no ha percibido en la realidad diaria.

Pero no creo que sea únicamente al Gobierno al que le está yendo mal. Hay otras señales de alarma. Para infortunio de los colombianos, lo que podemos leer en las recientes encuestas es que la caída en imagen, con excepción del Ejército Nacional (73% de imagen favorable), cubre a los máximos órganos de los tres poderes sobre los que descansa el edificio democrático republicano. En efecto, y empezando por el más bajo, el Congreso de la República con más de 75% de imagen negativa y pasando por las tres altas cortes (Suprema de Justicia, Constitucional y Consejo de Estado) la negatividad y desprestigio se mueve entre un 55 y un 70%. Esto quiere decir, en palabras claras, que estamos ad portas de una grave crisis institucional, que quiéranlo o no los enemigos de convocatoria de una asamblea constituyente, le está abriendo la puerta a la misma. Las señales son inequívocas: el Congreso hace rato superó la infiltración de mafias y paramilitares en el 35% declarado por el jefe paramilitar Salvatore Mancuso. Los congresistas que acreditan una sólida formación en valores y principios democráticos y liberales constituyen un ínfimo porcentaje, predomina el transfuguismo político, el acomodamiento estilo Roy Barreras y una protuberante y cancerígena corrupción. Los magistrados de las altas cortes además de una intensa politización, prácticas clientelares corruptas, negociados y hasta distorsión de sus funciones al pretender colegislar y cogobernar con sus fallos, han desestabilizado el equilibrio de los poderes del estado.

De tal suerte que el gobierno va mal y las instituciones igual, sólo falta que el malestar se refleje en la economía y en el nivel de vida para que se configure el estado de cosas que el leninismo y el pensamiento gramsciano consideran la circunstancia (condiciones objetivas) que abre las puertas a la opción revolucionaria (las Farc y el proyecto chavista), a saber, un grave estado de confusión y división entre quienes gobiernan o una grave crisis del “bloque de clases en el poder” que se expresaría en que el país puede quedar fuera de control.

Sin embargo, no soy muy favorable a las lecturas apocalípticas, bástenos saber que la situación está color de hormiga y que hay factores agravantes como la amenaza de una recesión consecuencia de la crisis de la economía mundial. También juega en contra de Colombia un muy posible triunfo arreglado de Chávez en Venezuela, con el consecuente fortalecimiento regional de su proyecto antidemocrático y estatizante que puede traducirse en una apuesta al triunfo en Colombia a través de un bien simulado “frente amplio”. Frente que sería liderado por sectores de la izquierda liberal samperista-cordobista en el que además habría presencia de las guerrillas en supuesto estado de negociación y de otras fuerzas de izquierda como el Polo Democrático, los Progresistas y la Marcha Patriótica, que aprovecharía el desconcierto que surge de un gobierno desprestigiado y con el rumbo errado y unas elites políticas francamente incapaces de estructurar un acuerdo sobre lo fundamental.

Santos quizás pueda revertir parcialmente la tendencia que trae, pero, le será muy difícil retornarla a niveles del inicio de su mandato, entre otras razones porque ya se le vino encima la desaceleración económica, la campaña electoral de 2014 ya están marcha y unas guerrillas al alza que buscarán hacerse valer como protagonistas importantes en la coyuntura. Muchos desvelos sufrirá para mantener, en circunstancias tan complicadas, la Unidad Nacional, porque la crisis de su mandato puede desembocar en una estampida de la mayoría de sus integrantes. Y si renuncia a hacer un cambio drástico de rumbo, que supone reposicionar la Seguridad Democrática como tema central y una reconciliación con Uribe y la salida de ministros antiuribistas del gobierno, no le queda más remedio que aceptar el reto de romper su mantra de no pelear con su exjefe, escuchar las voces de sectores de la Unidad Nacional que llaman a romper definitivamente con Uribe y graduarlo de principal opositor. Nada fácil para su talante.

Fuente: Ventana Abierta (Colombia)

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