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Mundo: Las nuevas tecnologías resquebrajan la censura en Corea del Norte – ABC.es

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Un informe detalla cómo se apañan los norcoreanos para acceder a cultura popular extranjera, prohibida en su país.

Las telenovelas surcoreanas son un placer secreto que disfrutan cada vez más ciudadanos bajo el yugo de Kim Jong Un. Se arriesgan a penas de hasta cinco años en un campo de concentración, pero las sortean con ciertas precauciones y otros tantos sobornos. El régimen más hermético del mundo tiene fisuras, y por ellas se filtra la cultura popular extranjera.

Las nuevas tecnologías cruzan las fronteras de Corea del Norte, y han abierto a algunos de sus habitantes una ventana directa —sin censura gubernamental— al exterior. Acceden sobre todo a series y películas, pero también a noticias y música; y con éstas a una nueva perspectiva del mundo. Un estudio elaborado por la consultora InterMedia ha analizado cómo consumen cultura popular foránea los norcoreanos, y cómo afecta a sus vidas.

Según el informe, realizado a partir de 250 entrevistas con exiliados, lo que más les atrae de las películas y telenovelas surcoreanas —sus favoritas— es el hecho de que no son propaganda. Que no están dirigidas a ellos. «Creo que las películas de Corea del Sur son realistas. Muestran discusiones, y también hay pobreza. En Corea del Norte sólo te muestran cosas buenas, así que no parecen reales», explicó una norcoreana de 26 años. La credibilidad que otorgan a este entretenimiento de contrabando ha sido capaz de contrarrestar la propaganda gubernamental a nivel nacional. El régimen, que durante mucho tiempo vendió a sus ciudadanos que el sur de la península coreana era más pobre que el norte, ha dejado de hacerlo. Nadie se lo creía.

Aunque el contenido de las películas y series surcoreanas que cruzan la frontera no suele ser político, muestra a los norcoreanos lasdiferencias de vida que hay a ambos lados del paralelo 38. Eso las convierte, sin pretenderlo, en armas de propaganda. «Cuando era joven me explicaban que los surcoreanos eran muy pobres, pero sus telenovelas me mostraron que no era verdad», explicaba un varón de 31 años que huyó en enero de 2010 de su país. Estas revelaciones —y su propagación a través del boca a boca— han provocado, según el informe, que brote unacontra-narrativa entre los ciudadanos de Corea del Norte. Culpan a EE.UU. de cualquier problema, por pequeño y personal que sea, como manera de burlarse de la actitud del régimen.

Como con los rusos en las cintas de Hollywood, en la ficción surcoreana no faltan sus vecinos del norte. Por ejemplo, la serie «The King 2Hearts» narra las experiencias de un príncipe de un país imaginario que tiene un apasionado romance con una oficial de los cuerpos de élite norcoreanos.

Desde las hambrunas de finales de los 90, en las que se cree que murieronmás de un millón de personas, el férreo control de la informaciónpor parte del régimen de los Kim se ha debilitado progresivamente. Lasnuevas tecnologías han facilitado la entrada de DVDs, móviles, radios y todo tipo de dispositivos capaces de reproducir «contenido ilegal». Es más fácil esconder un DVD que un libro, y además puede guardar muchas más cosas.

A pesar de la entrada de nuevos medios, el boca a boca todavía es la principal fuente denoticias creíbles para el ciudadano norcoreano. Según el estudio de InterMedia, sólo la mitad de sus encuestados había tenido acceso directo a información extranjera mientras vivía en Corea del Norte. Además, la mayoría vivían cerca de las fronteras de China o Corea del Sur, lo que hace más sencillo —y probable— su acceso a dicha «cultura de contrabando». Aun así, estiman que si se suma la audiencia secundaria —la que se entera de algo porque se lo cuenta un familiar o conocido—, llega algo de información del exterior a prácticamente todas las zonas urbanas o semiurbanas del país.

La sociedad despierta

Los cambios sociales derivados de este nuevo panorama mediático son muchos, y muy profundos. Por una parte, la popularización del acceso a «información ilícita» hace que ésta se considere cada vez menos tabú. El informe desvela que más de la mitad de los entrevistados que consumían «contenido ilegal» en DVD —sobre todo las ya citadas películas y telenovelas surcoreanas—, lo hacían acompañados por familiares o amigos muy cercanos. En un país donde las acusaciones entre padres e hijos eran la norma, la cultura audiovisual extranjera ha sido capaz de erosionar el estricto sistema vertical —jerárquico— de comunicación y dar a luz uno horizontal, de vecino a vecino.

Desde que a finales de 2009 —y antes en 2002— el régimen juche autorizase algunas actividades económicas privadas, éstas se han convertido, según aseguran los entrevistados, en el centro de la vida de los norcoreanos. En apenas unos años esta política ha permitido el nacimiento de una «burguesía» que poco a poco acumula más poder e influencia. Sus recursos económicos les permiten manejarse con soltura en un país donde el soborno es moneda de cambio común. Según InterMedia, estos nuevos capitalistas son responsables de buena parte de la exposición a estos entretenimientos prohibidos que disfruta el país. Son ellos los que importan muchos de los dispositivos y contenidos desde China, los que los comercializan y los que han permitido que muchos norcoreanos tengan acceso a fuentes alternativas de información.

DVDs, radios y televisiones

Los DVDs son el soporte más habitual para el consumo de cultura extranjera «irregular». Los reproductores son legales en el país —para usos educativos—, por lo que, para ver una telenovela surcoreana, sólo hay que esconder los discos. También son legales los reproductores de música y las memorias USB, aunque están mucho menos extendidos como portadores de información «comprometida» porque hace falta un ordenador tanto para usarlos como para cargar sus baterías.

No pasa igual con otros dispositivos. Las únicas radios y televisiones legales en Corea del Norte las distribuye el gobierno, y sólo pueden captar un dial y un canal respectivamente. Aun así, cada vez son más los norcoreanos que las modifican para poder acceder a otras alternativas. Este comportamiento, aclara el informe, ocurre nada más en las zonas limítrofes con China y con Corea del Sur. Sólo ahí pueden captar las emisiones, que atraviesan sin problemas los cuatro kilómetros de la Zona Desmilitarizada (DMZ).

Mientras que piratear un televisor es algo reservado sólo para gente con recursos e influencia, el acceso a radios libres está algo más generalizado. Aun así, escuchar una emisora de radio ilegal es una de las maneras más peligrosas de consumir contenidos extranjeros dentro de Corea del Norte. Esto es así porque desde Corea del Sur se emitenprogramas destinados a norcoreanos, muchos con un alto contenido propagandístico. Sin embargo, según los propios entrevistados, el interés de los que escuchan radios extranjeras dentro de las fronteras de Corea del Norte pasa sobre todo por lo que ocurre más allá de su frontera sur, y las andanzas de su «Querido Líder» —cuando vivía Kim Jong Il— o su hijo Kim Jong Un. Lo que ocurra con Estados Unidos, o las críticas al régimen, apenas les interesan.

El estudio detalla los esfuerzos del gobierno norcoreano por interceptar ybloquear con interferencias estas emisiones de radio. Aun así, explica, la cantidad de recursos energéticos necesarios para hacerlo —en un país con frecuentes apagones— hacen que por lo general se limiten a grandes acontecimientos como el reciente fallecimiento de Kim Jong Il.

Las radios también tienen un interés mercantil, ya que ayudan a los empresarios de frontera a conocer las circunstancias del exterior. «Prestaba mucha atención a la información que era importante para mi negocio y también tenía que estar al corriente de las ayudas alimentarias que llegaba al país, porque afectan al cambio de moneda», explicaba una mujer norcoreana entrevistada.

Los contrabandistas más sofisticados y con mayor poder adquisitivo, por su parte, han comenzado a utilizar teléfonos móviles chinos. Cerca de la frontera pueden captar cobertura china y realizar llamadas al extranjero, un lujo al que muy pocos norcoreanos tienen acceso por la vía legal. Gracias a estas llamadas organizan las incursiones con las que desarrollan su actividad. Aunque Corea del Norte ya cuenta con su propia red móvil —montada por lacompañía egipcia Orascom—, sus teléfonos están intervenidos por las fuerzas de seguridad y sólo son viables para usos «legítimos».

Desde China entran la mayor parte de productos que usan los norcoreanos para ver sus telenovelas, conocer canciones pop, o escuchar noticias del mundo exterior. Los bajos precios derivados de la producción en masa hacen que cada vez sean más accesibles. Una radio china cuesta en torno a 3 dólares.

El uso de teléfonos móviles también ha permitido hacer más seguros y eficaces los planes de huida de los que quieren escapar de Corea del Norte a través de la frontera con China. Una vez al otro lado, los utilizan como vía de comunicación con los que están dentro. Un tercio de los entrevistados para el estudio afirmaron mantener contacto con familiares o amigos que en territorio norcoreano mediante este método. Según InterMedia, los propietarios de estos terminales prácticamente sólo los usan para llamar —no para recibir llamadas— y les quitan la batería para guardarlos. Las penas por posesión y uso de terminales extranjeros está penado con severidad y, por tanto, extreman las precauciones.

El gato y el ratón

El régimen norcoreano es consciente de que sus barreras cada vez tienen más huecos. Han endurecido el código penal para tratar de reprimir la oleada de cultura popular extranjera que impregna a sus ciudadanos. Probablemente, dice el informe, no haya vuelta atrás. Según los exiliados entrevistados, cada vez llega en mayor cantidad. «Creo que ahora casi todos los ciudadanos ven o escuchan algo. Puedes adivinarlo hablando con ellos porque utilizanexpresiones surcoreanas. En Corea del Norte no hay expresiones como ‘sin duda’. Cuando escuchas a alguien hablando así piensas para ti ‘ese también lo hace’», expresaba una refugiada de 45 años.

Aunque la muestra de entrevistados en el estudio no es estadísticamente representativa —y por tanto no deben hacerse extrapolaciones generales—, parece que el acceso a cultura popular extranjera depende mucho de la escala social y del lugar de residencia. Es más habitual entre los más poderosos, en las ciudades y en las zonas fronterizas. En los entornos rurales apenas existe.

En cualquier caso, según InterMedia, la exposición a estos contenidos incita a la búsqueda de otras maneras de conseguirlos. El que ve una telenovela puede que no se quede ahí. Tal vez quiera conocer la música de moda en Corea del Sur o, quizás, escuchar qué cuentan del mundo los informativos producidos por debajo del meridiano 38. Un círculo vicioso que mella los esfuerzos de censura del régimen de Kim Jong Un. Ni las inspecciones ilegales, ni las potenciales condenas en campos de concentración, evitan que los norcoreanos se arriesguen por una bocanada más. «Ese es el poder de la cultura», afirmó un varón exiliado de 25 años.

Hay pocos regímenes del mundo capaces de poner tanto ahínco en evitar que sus ciudadanos vean una serie de televisión. «Para ser sinceros, ver un episodio de una telenovela coreana es una guerra psicológica», dice otro refugiado, «primero tengo que proteger el lugar donde voy a verlo; cerrar persianas y cortinas y bloquear la puerta de entrada. Después me encierro y escucho sólo por un auricular y el volumen bajo para que nadie pueda saber qué estoy viendo. Como hay inspecciones con frecuencia, me aseguro de poder moverme en el momento en el que los agentes lleguen. Todo lo que tengo que hacer para ver una telenovela es, en sí mismo, digno de una. Aun así, hay un sentimiento de disfrute adicional por el hecho de hacer todo esto en secreto».

Un vistazo fuera de Corea del Norte, aunque sea a través de ficción televisiva, muestra a sus ciudadanos la opulencia del Sur. Un nivel de vida que, probablemente, sea el mayor de los peligros a los que se enfrenta la dictadura de Kim Jong Un.

Fuente: ABC (España)

Ver presentacion del informe de InterMedia:

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