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Latin America

Opinión: Crecimiento o austeridad II – por Armando Ribas

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Tal como se esperaba ganó la izquierda en Francia. Al respecto aparece mi primera duda. ¿Es el gobierno de Sarkozy de derecha, cuando en Francia el gasto público alcanza al 56% del PBI? O sea que como bien me dijera un ministro francés hace algún tiempo, en Francia es muy difícil distinguir entre la izquierda y la derecha. Pero en el medio de esta disquisición dialéctico-semántica nos encontramos ante una supuesta disyuntiva de política entre crecimiento y austeridad.

Esa alternativa política fue planteada originalmente por Paul Krugman cuando dijo que “el fracaso de las políticas de austeridad es obvio desde hace tiempo”. Pero ya dije que esa alternativa es una falacia porque evidentemente nadie está en contra del crecimiento. Por tanto la verdadera alternativa que se presenta es entre aumentar el gasto público o reducirlo. Por ello debe tenerse en cuenta que en Europa en la última década el gasto público promedio alcanza al 50% del PBI. Y me atrevería a sostener que la causa de la crisis es precisamente el nivel exponencial del gasto de los gobiernos que asimismo determinara una caída en la tasa de crecimiento económico a cerca del 1% por año.

Por supuesto, de conformidad con la “sabiduría” de la izquierda, la causa de la crisis fue la economía americana, y desde luego es la crisis del capitalismo. No obstante esta realidad la izquierda está presente, y si bien puede haber dudas al respecto de su naturaleza en Francia, para propios y extraños el Sr. Hollande es de izquierda. Así ya ha manifestado su acuerdo con Krugman respecto a que está a favor del crecimiento y no de la austeridad. Ahora bien, pongámonos de acuerdo sobre el propio concepto de austeridad, pues conforme a sus palabras la política del crecimiento consiste en aumentar los impuestos a los ricos. O sea puedo concluir que es austeridad para el sector privado y despilfarro del sector público.

En otras palabras podemos decir que la preferencia de crecimiento sobre la austeridad sería la aplicación de las políticas Keynesianas, tal como lo sugieren Henry Farell y John Quiggin en Foreign Affairs, frente a la posición de la Sra. Merkel de cumplir el pacto fiscal europeo. Pero para recomendar la aplicación de políticas Keynesianas a la crisis europea, es necesario primero determinar cuales fueron las causas que la produjeron. Y no menos importante es distinguir la naturaleza de la depresión de los años treinta en Estados Unidos de la que se presenta en la actualidad en Europa.

La propuesta principal de Keynes en aquella oportunidad era la de aumentar el gasto público como medio de incrementar la demanda. Al respecto vale recordar que el gasto público en Estados Unidos en aquella época no superaba el 8% del PBI. No obstante para Friedman tal como escribió en Free to Choose: “Si bien la caída del mercado de capitales fue el inicio de la crisis, la determinante de la depresión fue la negativa del Federal Reserve de Washington de actuar como prestamista de última instancia”. En ese mismo sentido se pronunció Charles Kindleberger en su Maniacs, Panics and Crashes: “La depresión de 1929 fue tan amplia, tan profunda y tan prolongada, porque no hubo un prestamista de última instancia internacional”.

Tanto Friedman como Kindleberger coinciden en que la depresión fue causada por la política monetaria, en tanto que Keynes en esa oportunidad pensaba que la deflación imperante hacía inútil todo intento de bajar la tasa de interés real por vía de la expansión monetaria. En otras palabras, la caída de los precios determinaba el nivel de la tasa real de interés. Por esa razón Keynes consideraba que la solución dependía de un incremento de la demanda, y por esa razón recomendaba el aumento del gasto público. Me atrevería a decir no obstante que ambas posiciones serían complementarias en aquella oportunidad, pero insisto en que la situación actual de la crisis europea es diametralmente diferente a la que se enfrentara en la década del treinta.

Por ende, las políticas a seguir en la actualidad son necesariamente diferentes y estoy seguro que Keynes coincidiría, pues tal como señalara Axel Leijonhufvud en su “Sobre la Economía Keynesiana y la Economía de Keynes”, su propósito no era pasar al socialismo sino salvar al capitalismo. En la década del treinta el desempleo en Estados Unidos alcanzó al 25% en tanto que la economía cayó un 33%.. Por tanto el proyecto de Keynes era aumentar la demanda en un momento en que había un exceso de capacidad productiva ociosa.

La situación europea en la actualidad difiere sustancialmente de aquella. El desempleo salvo los casos extremos de España y Grecia, es relativamente minúsculo en comparación. Francia 10%; Alemania 6,8%; Italia 9.8%; Holanda 5,9%; Inglaterra 8,3%; Bélgica 7.3% y Austria 4.0%. Por su parte existe un elevado nivel de gasto público que fluctúa alrededor del 50% del PBI y su consecuencia vía los crecientes déficits fiscales un nivel de deuda impagable. Por tanto el problema no es de falta de demanda sino de oferta. Me van a permitir entonces citar a George Gilder cuando dijo: “Decir que el Federal Reserve no debe acomodar el gasto público, en la practica es decir que el sector privado debe pagar…La víctima será el futuro; la vital inversión del sistema de empresas privadas”.

Entonces dado que la causa fundamental de la crisis europea ha sido el insostenible nivel del gasto público, el crecimiento no se puede lograr mediante su aumento, sino en la supuestamente descalificada austeridad. O sea no aumentando los impuestos, sino reduciendo el gasto. Al mismo tiempo debe haber una política monetaria expansiva para financiar los déficits de presupuestos, y por supuesto que el Banco Europeo se constituya en prestamista de última instancia para sostener las crecientes dificultades del sistema bancario causadas en gran medida por la imposibilidad de cobrar las deudas de los gobiernos europeos. Al respecto no se puede olvidar que el sistema bancario es el sistema sanguíneo de la actividad económica.

Al mismo tiempo debe tenerse en cuenta que existe una diferencia sustancial en la situación de Alemania, respecto al resto a la zona del Euro con la única excepción de Holanda. En tanto que Alemania tiene cuantiosos superávits comerciales, el resto de la zona tiene crecientes déficits. Esta situación refleja una diferencia sustancial en los niveles de eficiencia productiva en la euro zona respecto a Alemania, y por consiguiente evidencia las crecientes dificultades causadas por el mantenimiento de una moneda común en países con políticas económicas independientes y por supuesto diferentes.

Dado que el mantenimiento del Euro aparece como una condición sine qua non dela UniónEuropea, la revista The Economist le ha presentado una recomendación al Bundesbank. La tesis de la misma es que la euro zona solo puede sobrevivir si Alemania tuviera una mayor inflación y por consiguiente se incrementara la competitividad relativa del resto de los países. O sea podemos concluir que la superación de la crisis requiere de una integración de la política fiscal y la monetaria. Respecto a la primera se requiere la disminución sustancial del gasto en tanto que se mantiene una política monetaria expansiva que aun puede provocar un incremento de la inflación. La inflación en este caso y mal que le pese a Chicago, lejos de ser el problema contribuiría a su solución. Ella tiene un doble efecto positivo, reduce el nivel de gasto público y de la deuda en términos reales. En fin la propuesta no pretende ser idílica sino tan solo el reconocimiento de la verdadera alternativa.

Fuente: HACER

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