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Opinión: De la Unión Europea a la Comunidad Económica Europea – por Pío Moa

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El euro ha sido un instrumento para la unificación política europea a partir de la economía. Un proyecto unificador que destruye la base de lo que ha sido Europa históricamente, de su creatividad y diferenciación nacional. Se trata de imponer una homogeneización sobre un modelo similar al de USA, en el  que cada nación ceda progresivamente  su soberanía  y el inglés elimine a los demás idiomas como lengua de cultura, relegándolos  progresivamente a un nivel coloquial sin mayor proyección. A cambio de ello se ofrecen los beneficios del becerro de oro. Recuerden cómo los políticos  nos vendieron el euro, con desvergonzado engaño: con él nuestro crecimiento económico sería regular y permanente,  libre de las crisis y altibajos del pasado. El euro era “Europa” y Europa era el euro. La propuesta  de la Unión Europea no es otra cosa que la igualación sobre la base de lo que Paul Diel llamaba la trivialización.

El discurso implícito recuerda el mito de Esaú y Jacob: proponía sortear leyes, constituciones y tradiciones para renunciar a la soberanía  –los derechos de primogenitura—a cambio de la promesa de grandes platos de lentejas. Ahora perdemos las lentejas sin recuperar la dignidad. Pero es que aunque las lentejas siguieran llegando, nuestros derechos, nuestra soberanía, debieran estar siempre por encima de más o menos atiborres de panza. Las críticas a las desesperadas actitudes griegas suelen olvidar que la crisis de aquel país no es culpa solo de los griegos y que en su rebeldía ante los recortes en sus medios de vida hay también un fondo de dignidad herida, al verse vapuleados por unas autoridades ajenas.

La posición de España es especialmente miserable. En algunos aspectos fundamentales, como el paro y la deuda privada, estamos peor que Grecia. Ello aparte, la mera existencia de la colonia inglesa de Gibraltar nos convierte en aliados-lacayos dentro de Europa, permanentemente humillados. Problema agravado al máximo por unas tensiones separatistas que el bajísimo perfil de los políticos españoles ha contribuido a exacerbar, llegando en su bajeza a la colaboración con el terrorismo, cuya realidad y origen vengo denunciando casi en solitario desde hace tiempo.Probablemente el país no sanará hasta que se libre de tal casta o chusma política.

La pasada guerra mundial dio origen al proyecto iluminado, al principio esencialmente democristiano y más tarde socialdemócrata, de implantar una   unión europea a todos los niveles (político, militar y económico, lo que incluía el plano cultural). Los pasos iniciales debían interrelacionar ante todo los intereses económicos entre los distintos países, especialmente entre Francia y Alemania. Así llegaría a crearse una nueva superpotencia y se evitarían nuevas guerras internas. Consciente o inconscientemente, los democristianos seguían  la idea del Sacro Imperio que unificase políticamente a la cristiandad — en este caso a la europea, cada vez menos cristiana–, idea no solo anacrónica en cualquier modo que se presentase, sino opuesta a cuanto había caracterizado  a Europa en la historia. No parece casual que desde entonces Europa perdiese su papel  cultural de vanguardia, al paso que la Iglesia ha decaído sin prisa pero sin pausa. Y haya llegado  la crisis actual, no solo económica sino también política.

Creo que la CEE, Comunidad Económica, fue un objetivo positivo porque favorecía la prosperidad común, pero que no debía haberse pasado de ahí.  La UE ha significado en años pasados una homogenización esterilizante y una prosperidad  inflada y desequilibrada, y hoy una serie de duras restricciones y pérdidas mayores de soberanía en beneficio de unas burocracias en gran parte opacas, que se arrogan poderes y  dictan leyes constantemente sin auténtica representatividad. Un proceso nefasto.

España debería defender un retorno a la CEE, que no sería una regresión, sino una vuelta al camino de la sensatez y a la verdadera Europa, superando peligrosos iluminismos como los que han quedado de manifiesto en la crisis actual. Los iluminados nos amenazan con terribles catástrofes si se desanda el mal camino andado, como si no hubieran sido ellos quienes nos han arrastrado a la penosísima situación actual.

(Sobre la UE y la ignara beatería europeísta  conviene leer la lúcida crítica de Otero Novas en Mitos del pensamiento dominante).

Fuente: Intereconomia (España)

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