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Colombia

Colombia: VI Cumbre de las Américas: Cartagena, a la vista – El Tiempo

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Han transcurrido algo más de 17 años desde aquel diciembre de 1994 cuando en Miami tuvo lugar la Cumbre de las Américas inicial, que congregó a los jefes de Estado y de gobierno de las 34 democracias que componen el hemisferio. La reunión, que fue la primera en convocar a los mandatarios del continente en casi tres décadas, hizo creer a muchos que una nueva etapa de integración había comenzado en esta parte del mundo.

Esa oleada de entusiasmo, sin embargo, acabó siendo efímera. En la segunda cita, en Santiago de Chile, y en la tercera, en Quebec (Canadá), empezó a notarse cierta impaciencia ante la falta de avances concretos en las promesas hechas, sobre todo en lo relacionado con un área de libre comercio que debía operar desde Alaska hasta Tierra del Fuego. Para colmo de males, cuando en la argentina Mar del Plata se realizó el cuarto encuentro, ya la región estaba dividida en dos bloques claramente diferenciados.

Fue en aquella época en la que un vigoroso Hugo Chávez le envió el mensaje a Washington de que la posibilidad de un consenso en torno a temas claves había quedado clausurada. De manera que, cuando, hace tres años, los líderes hemisféricos se volvieron a ver en Trinidad y Tobago, la noticia más destacada fue que las discusiones -más allá de intrascendentes- habían resultado cordiales. Recién llegado a la Casa Blanca, Barack Obama tuvo su presentación en sociedad y generó esperanzas de que el diálogo podía fructificar otra vez, aun entre las capitales más distantes, ideológicamente hablando.

Con esos antecedentes, en Colombia ha comenzado la cuenta regresiva con miras a la Sexta Cumbre de las Américas, que tendrá lugar en Cartagena a mediados de abril. Dentro de escasas seis semanas, la ciudad amurallada será la anfitriona no solo de casi tres docenas de presidentes y primeros ministros con sus respectivas comitivas, sino que acogerá a centenares de indígenas, sindicalistas, jóvenes y líderes del sector privado, que participarán en eventos en los días previos al encuentro.

El desafío no es fácil, incluso para una ciudad acostumbrada a recibir visitantes ilustres con frecuencia. La seguridad de tanto personaje requerirá el concurso de miles de integrantes de las Fuerzas Armadas, mientras que los aspectos logísticos y protocolarios tienen a la Cancillería trabajando a marchas forzadas para que todo opere correctamente.

Tanto preparativo tiene un propósito fundamental: conseguir que las conversaciones que sostengan los mandatarios del continente sean productivas. Eso, como se puede imaginar, es más fácil decirlo que lograrlo. Persiste en esta zona una profunda división entre quienes consideran que los espacios de diálogo que incluyan a Estados Unidos y Canadá deben preservarse, y los que piensan que las discusiones deben darse del río Grande hacia abajo. Por cuenta de las diferencias, un foro natural como es la OEA pasa por la que quizás es la crisis más profunda de su historia.

Ante tan compleja realidad, identificar puntos de convergencia no es nada fácil. Esa es la razón por la cual el lema de la Cumbre es ‘Conectando a las Américas’, un propósito que se apoya en la integración física y la cooperación solidaria y al cual es difícil oponerse. El problema es que la búsqueda de la armonía no evita que los temas más espinosos surjan y acaparen las miradas de los observadores.

Así ha quedado claro con la petición de los países que integran el Alba, los cuales demandaron la presencia de Cuba, que sigue sin ser invitada por no cumplir con los preceptos de la Carta Democrática Interamericana. La solicitud, que incluyó una amenaza velada de boicot liderada por Ecuador, puso en calzas prietas al gobierno de Juan Manuel Santos. Tras un viaje relámpago de la Ministra de Relaciones Exteriores a La Habana, la crisis se pudo desactivar parcialmente, pero ya está anunciada la visita de Evo Morales a Bogotá con el objetivo de mantener la presión.

Al mismo tiempo, es muy probable que la política de lucha contra las drogas sea materia de controversia, justo cuando aumentan de volumen las voces que señalan que la estrategia ensayada hasta ahora puede calificarse de fallida. No obstante, el debate abierto sería inconveniente para Obama, que, en plena campaña electoral, aspira sobre todo a que en Cartagena no suceda nada que le genere costos políticos.

Pero, más allá de los desencuentros, no está de más volver al conocido interrogante sobre la verdadera utilidad de estas reuniones. En respuesta, quienes saben de tales cosas señalan que, al margen de las extensas declaraciones llenas de lugares comunes y que pocos leen, conseguir que los líderes del hemisferio se vean la cara, estrechen sus manos y puedan dialogar en ambientes cerrados vale la pena.

Mirado en la frialdad de un mapamundi, el continente americano parece un concepto distante. En cambio, puede ser que cuando, bajo un mismo techo, se reúnan los gobernantes de Norte, Centro, Suramérica y el Caribe, más de uno comprenda que todos compartimos un mismo espacio y que es mejor conversar y entenderse, ojalá para actuar colectivamente. Si algo de eso se logra, así sea tímido, el balance de la cumbre de Cartagena podría considerarse positivo.

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