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Latin America

Opinion: La crisis mundial y las expectativas racionales – por Armando Ribas

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Finalmentela Sra. Merkel tomó conciencia de la necesidad de salvar a Grecia y consecuentemente al Euro. Para ello el Bundestag finalmente tomó la decisión de ampliar el monto del Fondo Temporal de Rescate a 440.000 millones de Euros y la participación de Alemania en el mismo a 211.000 millones de Euros. En esa problemática decisión donde encontró oposición en su propio partido, estimo que se tuvo en cuenta que en las actuales circunstancias el primer paso para tratar de resolver la crisis pasa por la política monetaria. Ello no implica desconocer el hecho de que la solución final de la crisis pasa por la reducción del gasto público que en la Unión Europea ronda el 50% del PBI.

En ese sentido quiero rescatar una sabia observación que considero trascendente ante la realidad que se vive en la actualidad. Fue Thomas Joplin quien dijera: “Hay tiempos en que las reglas y los precedentes no pueden violarse, y otros en los que no se pueden cumplir con seguridad”.  No me cabe la menor duda de que en los tiempos que vivimos frente a la crisis europea y americana nos encontramos ante el realismo de la segunda de las anteriores alternativas. En cualquier otro tiempo la expansión monetaria se consideraba la causante del mal de la inflación y peor aun de la hiperinflación. Esa fue la teoría monetarista expuesta por Friedman desdela Universidadde Chicago. Pero debo señalar que aun el propio Friedman se desdijo de ese presupuesto y aceptó que el problema era el nivel del gasto y no la monetización del déficit.

En un momento de recesión como el que vivimos y ante deudas soberanas impagables en razón del elevado nivel del gasto público me atrevería a decir que la teoría monetarista se cae por su propia base. Por consiguiente el rol de los bancos centrales como prestamistas de última instancia es fundamental. Así puedo recordar las palabras de Charles Kindleberger refiriéndose a la crisis del 29 cuando dijera: “Yo llegué a la conclusión de que la depresión del 29 fue tan amplia, tan profunda y tan prolongada porque no hubo un prestamista de última instancia internacional”. En ese mismo sentido se ponunció  Friedman respecto a la crisis del 29 cuando culpara al Federal Reserve de Washington por no haber aceptado la propuesta del Federal de New York de actuar como prestamista de última instancia. La consecuencia fue la quiebra de 10.000 bancos y la profundización de la depresión.

Los anteriores presupuestos parecerían heréticos ante la aparente crítica, diría universal, a la creación de los bancos centrales.  En ese sentido vale recordar las palabras de Herbert  Spencer cuando dijo: “El resultado final de proteger al hombre de los efectos de sus disparates y errores, es poblar al mundo de tontos”. No puedo menos que coincidir con esta atinada observación, pero la aplicación de la misma implica la necesidad de determinar quienes fueron los que cometieron los errores. En otras palabras cuales fueron los errores y quienes los cometieron que causaron la crisis europea y la americana.  Y por supuesto los causantes de la actual crisis fueron las decisiones políticas erradas, y los damnificados fueron  los sectores privados y en particular los bancos.

No quiero entrar en estos momentos en disquisiciones filosóficas al respecto de la racionalidad de los mercados. Todo comportamiento de los mercados por más racionales que puedan ser se encuentran condicionados por las percepciones apriorísticas del futuro. Y diría que el futuro es siempre incierto. Pero voy a seguir en este aspecto el análisis de Hyman Minsky. Al respecto especificó que las crisis comienzan por lo que denomina “displacement”. O sea un shock exógeno al sistema económico. Así sostiene  que el denominado “displacement” puede ser el final de una guerra, una gran cosecha o una reducción de la misma… algún gran evento político o un éxito financiero sorpresivo. Bien aquí me detengo y sostengo que en Europa el displacement fue la creación del sistema de bienestar y en Estados Unidos la burbuja resultante de la demagogia de Carter al proponer que todo americano tenía derecho a una casa propia.

Podemos concluir entonces que en Europa son los propios gobiernos los que no pueden pagar la enorme deuda soberana y los bancos son sus acreedores. En Estados Unidos la especulación pura a la que adhirieron los bancos en el mercado inmobiliario, en el cual se compraban inmuebles no para usarlos sino para revenderlos. En ambos casos no estoy buscando culpables sino causas, pues solo así se pueden encontrar las soluciones. Y como bien señalara Minsky los sistemas financieros son proclives a la especulación, y en esta oportunidad los respectivos displacements a los que me he referido fueron  los determinantes de la especulación.

En el presente caso tal como he dicho, el primer paso para superar ambas crisis pasa por la política monetaria. De ninguna manera pretendo que esa fuera la solución definitiva sino tan solo el paso previo a la eliminación de las causales que determinaran la crisis. Esa posición ha sido adoptada igualmente por el actual presidente del FED, Ben Bernanke. Como era de esperarse esa política ha sido criticada desde la derecha como posible causante de inflación  En una presentación reciente Bernanke defendió esa política y destacó que en los Estados Unidos lejos de haber inflación es posible la deflación. Y yo añado que el FED  solo esta sustituyendo la creación de moneda surgida del multiplicador bancario y que hoy ha desaparecido como consecuencia de la caída en los créditos.

Los bancos europeos por su parte enfrentan la crisis de las deudas soberanas, y no solo la de Grecia. Por tanto la decisión de la Sra. Merkel es la adecuada para el caso, y por supuesto la defensa del Euro es de la mayor importancia para Alemania, pues más de la mitad de su superávit comercial se deriva del comercio con la Unión Europea. También se ha propuesto que los bancos europeos asuman el 50% de las pérdidas por las deudas soberanas. Esta decisión es solo posible si ella no significa la quiebra de los mismos. Si así no fuera, nos encontraríamos en la situación de Estados Unidos en la crisis del 29.

Pero no podemos olvidar igualmente que la causa de la crisis europea ha sido el elevado nivel del gasto público, cuya consecuencia ha sido la reducción del crecimiento económico y el aumento impagable de la deuda soberana. Pero resulta que la imprescindible política de austeridad es hoy denigrada por los llamados indignados, que pretenden seguir viviendo sin trabajar. Y aun ciertos economistas tales como el Sr. Krugman proponen el mantenimiento de una política keynesiana, ignorando que cuando Keynes la propuso en gasto público en Estados Unidos fluctuaba alrededor del 8% del PBI. Y aceptando el díctum de David Hume de que la naturaleza humana es inmodificable, también tenemos indignados en Estados Unidos. O sea aquellos que pretenden que se aplique el sistema que produjo la crisis en Europa y al que pareciera adherir el presidente de Estados Unidos.

Pues bien el mundo desarrollado se encuentra ante una encrucijada ideológica de connotaciones políticas, determinantes del futuro de la economía. En ese sentido valga remarcar que no debemos tomar el comportamiento de los mercados de capitales como termómetro de la realidad actual, y menos aun del futuro de la misma. Esta aseveración no implica descartar la teoría de las expectativas racionales ni la racionalidad de los mercados. Es solamente tomar conciencia de que el futuro es siempre incierto y depende de la sabiduría de las medidas que se tomen para corregir las causales de la crisis. En ese sentido permítanme citar a David Hume otra vez. “La estabilidad de la sociedad depende de la seguridad en la posesión, la transferencia por consenso, y el cumplimiento de las promesas”. Es decir los fundamentos contrarios a los que parecen prevalecer en el actual ámbito ideológico y que fuera determinante de la crisis. En ese sentido me permitiría dos recomendaciones. La primera que Moody se quede mudo: y la segunda que los actores lean Manías, Pánicos y Crisis de Charles Kindleberger. Y recordemos a Séneca: “Para el que no sabe donde va no hay viento favorable”.

Fuente: HACER

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